La disciplina, la cotidianidad, el tiempo, las
responsabilidades, la presión, las canchas vacías, los salones
obscuros y opacos, el cielo nublado en la mañana, y las zonas verdes
desoladas; eso no es mi colegio. Mi colegio es: niños con sueños, metas y
aspiraciones que día a día luchan por conseguir cumplirlos, amistades e incluso
hermandades forjadas por el lazo del tiempo, inocencia reflejada en unos
cuantos juegos, las carcajadas a montones que no se interrumpen por la
cotidianidad, porque aquí se vive felicidad, amor,
tristezas, compañerismo, igualdad y seguridad.
Que sería del colegio sin nuestras zonas verdes que alegran el paisaje, sus salones que guardan los pasos y experiencias de los estudiantes por generaciones puesto que es más que solo edificaciones. Nuestras canchas deportivas fueron testigos del esfuerzo y la competitividad de los estudiantes a mismo tiempo que el aprendizaje que es saber y ganar; encuentros espontáneos de conversaciones profundas y trascendentales sin un lugar especifico y las hojas hermosas de los arboles que sirven de refugio para nosotros los lectores que nos perdemos en cada historia.
Los que conformamos este lugar tenemos miles de
historias ocultas y aun así llegamos con la mejor energía, en nuestros rostros se puede ver una sonrisa
única, que expresa lo conformes que estamos dentro de estas paredes. Con
la mayor energía están ahí todos los días los celadores, los aseadores y
las personas que nos atienden en la cafetería. Ellos son uno de los factores
más importantes para que la institución pueda ofrecer todo de ella a la
comunidad.
Este lugar alberga miles de historias y generaciones con el pasar de los
años, y ha ido creciendo junto con las personas que alguna vez formaron
parte de él y dejaron algo valioso, los recuerdos, pero nada de esto
hubiera sido posible sin el motor y la base que son los profesores, el rector y
los coordinadores los cuales nos ayudan a crecer cognitivamente, son los
que guían nuestros futuros pasos y nos inculcan valores los cuales nos servirán
para una vida próspera porque un profesor es padre, psicólogo, amigo,
confidente y mentor a la vez.
El colegio es una historia compleja y larga que
todos deberían conocer, mirar más allá de lo que está superficialmente y entrar
en el corazón de este lugar, empezar a recordar las vivencias de hace
muchos años y valorar más cada historia que se encuentra dentro de ella, amar
desde el fondo de nosotros cada parte de nuestro segundo hogar y las
personas que allí nos encontramos. La Palestina es un libro que nunca llegará a
su fin y que todos seguimos escribiendo con el pasar de los años.
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